Ya se iba cuando tomé su mano. Se acercó lentamente a mi. Me quedé contemplando su cara unos momentos e intenté buscar las palabras. Tomé su otra mano entre las mías.
Si fuese una película, ese era el momento en que los protagonistas se miran a los ojos mientras él la besa a ella.

Mis labios susurraron un par de sonidos apenas perceptibles. Siempre era difícil encontrar las palabras justas para expresar mis ideas tan confusas.
La pregunta se deslizaba entre mis labios como hálito de esperanza, recorriendo el vacío que me separaba de ella, cayendo en el abismo de aquello que no se quiere saber, pero aún así se tiene que preguntar:

¿Alguna vez te he lastimado con mis acciones?
¿Alguna vez he herido tus sentimientos?
¿Alguna vez te he hecho daño con mis palabras?

Sus ojos brillaron, al principio pensé que sus sentimientos de cariño afloraban. Su respuesta se volvía un torrente de zozobra que abatiría cualquier gesto que pudiera hacer yo de redención.

No logré hacer otra cosa más que retirar la mirada de ella. Bajando la desventura reflejada en mi cara al suelo. Viendo fijamente aquél lugar, donde mis acciones habían mandado nuestra amistad. A la perdición - pensé. Solté sus manos en automático. No merecían las mías - corruptas - que tocaran más las suyas.

Ella volteó y se fue, mientras mis dedos aún sentían su alejamiento, su abandono, mi soledad.


El ideal es un gesto del espíritu hacia alguna perfección[1]

-- José Ingenieros

El mini-cuento salió debido a pláticas, de esas ociosas, que dejan pensando.

Hace no mucho una señorita me empezó a cuestionar sobre lo que fue ella para mí. Y descubrí, en ese dialogar, que a veces hago las cosas sin intención ni reflexión.
Su plática comenzó diciéndome que, en ese entonces, no sabía qué es lo que yo quería con ella. Si era algo serio o si nada más estaba yo jugando. Continuó citando ejemplos, pero uno de ellos me dejó una clara huella respecto a mi accionar. Eventualmente me dijo que había decidido que yo no quería nada serio. A pesar de no habérmelo preguntado, claro está.

Su visión, como expuesta, era que ella pensó que mi intención inicial era de pareja y vida, puesto que la había introducido a mi círculo de amigos. Que porque la había invitado a un cumpleaños como mi acompañante.
En lo personal ambas situaciones me parecieron inocuas en su momento.

Sin embargo hice mi investigación correspondiente con otra persona, y cito:

Me hiciste daño y me lastimaste, muchas veces

Y evidentemente me quedé en estado de shock.
Yo, San Juan, que venía para que tengan vida[2], ¿podía ser capaz de algo tan maligno?. Yo, que me sentía seguidor de la filosofía de San Agustín y creyente del Neotomismo de Sertillanges, ¿era posible que mi devenir causal desembocara en la misantropía y el daño al prójimo?.

Y llegué a la conclusión que es posible cuando se actúa sin pensar. Cuando en esa excéntrica libertad se ignoran las consecuencias de nuestras acciones. No desde un punto de vista estético y deban de ser bellas, o desde un punto de vista dialéctico y deban de ser la síntesis de algo. Sino en el sentido estricto de ser la regla con la que nos midamos, de ser esa área de acción donde hagamos el bien por el bien mismo.

Así que decidí hacer la pregunta central del mini-cuento a otra persona que valoro.[3] Y evidentemente de la pregunta se derivó toda la historia. El ideal hacia la perfección del dolor y sufrimiento. Porque como dicen por ahí

Todo bien, toda felicidad, toda satisfacción, son cosas negativas, porque no hacen más que suprimir un deseo y terminar una pena[4]

-- Arthur Schopenhauer

Image by Genta Mochizawa


  1. "El hombre mediocre" ↩︎

  2. "El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia." San Juan 10:10 RVR1960 ↩︎

  3. Que aún no responde ↩︎

  4. "El Amor, Las Mujeres y La Muerte: Y otros ensayos" ↩︎